Tomado de http://www.rfi.fr/actues/articles/083/article_2614.asp
Con la victoria de Daniel Ortega, Nicaragua se suma a la lista creciente de los gobiernos de izquierda en América latina transformándose en un nuevo revés para el presidente George Bush en su intento de influir en el continente. En cuanto al venezolano Hugo Chávez, quien apoyó abiertamente al líder sandinista durante su campaña electoral, ganó una pieza importante en su partida con Estados Unidos que perdió un fiel peón en el tablero geopolítico americano.
Washington no ve con buenos ojos el regreso del comandante Ortega por diversas razones. Porque no puede olvidar el pasado y los esfuerzos bélicos que desplegó en los años 80 para derrotar a la revolución sandinista; porque pierde un aliado incondicional del espacio centroamericano que considera todavía como su patio trasero; y porque Daniel Ortega se une a ese “eje del mal”, conformado por Hugo Chávez, Fidel Castro y Evo Morales. Eso explica por qué Estados Unidos hizo lo imposible para evitar un triunfo de Ortega. Con su injerencia en la campaña electoral nicaragüense, trató de atemorizar al electorado y contrarrestar la popularidad del candidato del FSLN. Sin embargo, su estrategia no resultó.
Sin embargo, apenas conocidos los resultados de la elección presidencial, Washington empezó a bajar el tono. Al menos por el momento se muestra más conciliador. Por su parte, el nuevo presidente electo ha adoptaba también un discurso tranquilizador al expresar su voluntad de trabajar “en armonía” con Estados Unidos y respetar el Tratado de Libre Comercio (TLC) centroamericano que Nicaragua firmó con su principal socio económico.
Lo cierto es que el futuro de las relaciones entre los dos países dependerá tanto de la política de Estados Unidos como de la actitud de Ortega hacia ese país y de la naturaleza de sus relaciones con Venezuela. Por un lado, las imposiciones de la Casa Blanca podrían provocar crispaciones por parte del próximo presidente de Nicaragua que no renunció a sus principios antiimperialistas. Por otro lado, una posición demasiado alineada sobre Chávez en asuntos en que se enfrentan Caracas y Washington desataría reacciones inmediatas de Estados Unidos contra Nicaragua.
Por lo tanto, Daniel Ortega tendrá que maniobrar de manera muy hábil y con pragmatismo para no herir susceptibilidades de la Casa Blanca. No tendrá otro remedio que buscar ese equilibrio si, además de la ayuda que Venezuela ya empezó a proporcionarle, quiere beneficiarse también con la cooperación norteamericana y los dólares de Estados Unidos. Ortega sabe que son indispensables para poner en marcha su plan de erradicación de la pobreza que afecta a 80 por ciento de la población nicaragüense. En ese marco, buscará también profundizar las relaciones sur-sur, con los gobiernos que comparten la misma ideología de izquierda y principalmente con el Brasil de Lula.
A nivel interior, los grandes desafíos que esperan a Ortega son vencer la pobreza, el desempleo, la crisis energética, el déficit de la seguridad social y el peso de la deuda interna. Para poder atacar esos flagelos, necesitará negociar con las otras fuerzas políticas, ya que no tendrá mayoría en una Asamblea nacional que presentará, a partir del 9 de enero, un nuevo perfil: será mucho más pluralista. Esta también será una ardua tarea pues no le resultará tan fácil concluir alianzas, como lo hizo en los años anteriores con los liberales de Arnoldo Alemán a través del polémico “pacto”. Ortega deberá además gobernar en base a las reformas constitucionales promovidas por los propios sandinistas que otorgaron amplios poderes al legislativo y debilitaron al presidente; una situación que le complicará la implementación de sus programas sociales y económicos.
lunes, noviembre 13, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario